Después de que su amada, Ilsa, partiera hacia Lisboa con su marido, Rick abandona Casablanca con Sam y deciden recorrer mundo para hacer surf y cultivar su amistad. Una amistad que algunos han tachado de impura, otros de platónica y algunos de interracial (algo que no se ha podido demostrar, ya que la película era en blanco y negro).
En su periplo por Europa, a mediados de los 60 recabaron en Gijón. Corría el mes de noviembre, y un temporal empujaba las olas con fuerza, recorrieron el arenal en dirección Este, cruzaron el puente sobre el río piles y acabaron llegando a una pequeña bahía en la que rompía una ola de izquierdas, la marea esta mediada y subiendo. El lugar les pareció apropiado. Se prepararon y entraron remando por el canal mientras veían una ola de metro y medio rompiendo perfecta sobre el fondo de roca. El take off parecía difícil (más con los longs de la época) pero Sam que era un gallu, remó la primera, la ola se encrespó rápidamente y lo engulló como si fuera tabaco de mascar, tras unos segundos emergió quejumbroso – ¿estás bien?- inquirió Rick – si- respondió Sam, -pero he impactado las posaderas contra el lecho rocoso. – ¿Cómo?- preguntó Rick. – joder que me h#stiado el culo contra la p#ta roca- le aclaró Sam. Rick desde el pico esbozó una carcajada. Ahora le tocaba a él, una ola perfecta se le aproximaba, con la calma que le caracterizaba, Rick se preparó, giró su tablón con suavidad apuntando hacia la orilla, miró de reojo la ola, y se deshizo del cigarro que había apurado mientras remontaba. Cogió la ola a la perfección y recorrió toda la pared hasta el canal. – que cabr#n- masculló Sam, y trató de imitarlo, pero consiguiendo el mismo resultado que en su primer intento – la mierda roca- se quejó. El tercer intento tuvo iguale final, pero con distintos adjetivos para el pétreo receptivo de sus posaderas – cago´n too con la ostia la piedra- blasfemó aún más airado, hubo cuarta, y quinta, y sexta… Rick no aguantaba de la risa, ya ni cogía olas, y se limitaba a ver a un Sam cada vez más cabreado, tocar fondo ola tras ola mientras sentenciaba aforismos jocosos (para él, porque a Sam no le hacían ni gota de gracia) de sus caídas, del tipo de – ¡Qué vas a cambiar el fondo!- o el clásico – ¿Qué perdiste algo?- , pero la frase que más le dolió a Sam, fue la que le gritó, en la que sería a la postre al última ola del baño, mientras se precipitaba impotente en caída libre, directo al fondo de nuevo – ¡Toca la roca otra vez Sam, ja, ja, ja, tócala otra vez !-.
Tras el revolcón, Sam salió a flote y los siguiente que hizo después de coger aire fue gritarle a su gracioso compañero de baño – la va a tocar tu p#ta m#dre ¡¡¡ ¿me oyes?!!! TU P#TA M#DRE!!!!
Siempre nos quedará Gijón