Peñarrubia, del latín Aurâtus a um lapis (piedra dorada). Una leyenda astur contaba que entre sus acantilados, había una piedra en la que todo hombre que acudiera a orinar en ella recuperaría su vigor y potencia sexual. Hoy en día la tradición ha cambiado un poco y son los hombre los que acuden para recibir la lluvia personalmente e intercambiar vigores entre sí.
En la parte central de la playa hay un pico de izquierda y derecha que funciona mejor en marea baja. Aguanta hasta los 2 metros y medio, aunque con mucho mar es mejor la izquierda. Es una ola ideal para desarrollar nuevas técnicas, por lo que habitualmente compartirás la ola con toda clase de artilugios flotantes (de una quilla, de dos, de tres, de cuarto y mitad…).
Tiene un buen parking en el que dejar tu vehículo, con un mirador a mano izquierda desde el que observar la bahía. En él hay un monumento metálico en homenaje al Castillo de Salas, un buque granelero que se hundió frente al cerro de Santa Catalina, en enero de 1986, regalándonos 20.000 toneladas de carbón a todos los gijoneses. No hay como dejar mierda para la posteridad para asegurarte un homenaje.
El acceso a la playa se hace descendiendo casi 200 escalones, así que hay que guardar fuerzas para la vuelta. Una vez abajo desaconsejamos totalmente el hacer sentadillas durante el baño o hacer de vientre a pulso, ésta es una de las razones por las que no verás a ningún practicante de tandem surfing en el agua.
Parte de los acantilados son inestables y en los días de lluvia hay peligro de desprendimientos. Por ello, al abrigo de sus acantilados está totalmente prohibido el mantener relaciones sexuales zoofílicas sin la debida protección: «…aunque animal y hombre hayan acordado consumar sin profiláctico, ambos deberán llevar puesto el correspondiente casco reglamentario, en caso contrario, la sanción podría llegar a los 3.000€ para el homínido y la reclusión en zoo por tiempo indefinido, para el animal…». http://blogs.lainformacion.com/strambotic/2009/09/28/muere-aplastado-por-el-derrumbe-de-una-pared-mientras-se-beneficiaba-una-gallina/
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